Daniel Verdú, en un sugerente artículo
«El fin de la cultura de los objetos»,
El País, 16/09/2012, hace una interesante reflexión que, partiendo del hecho de que las bibliotecas digitales no se pueden transmitir por herencia pues en ellas solo compramos acceso a un producto, no al producto, analiza cómo está desapareciendo una cultura de objetos. Como dice, «el obsesivo acopio ha perdido aquella magia que describía Walter Benjamin en Desembalando mi biblioteca: “El encantamiento más profundo consiste en encerrar el objeto individual dentro de un círculo mágico en el que queda congelado mientras el escalofrío final, el escalofrío de la adquisición, lo recorre”. Y es cierto que sabíamos ya que un libro o un disco digital no se tocan. Que ese “escalofrío de la adquisición” se ha vuelto un mero cosquilleo vía Paypal. Pero ahora sabemos también que los nuevos bienes no se poseen ni serán para los que nos sucedan. Algo así como el fin de la cultura de los objetos; o de los objetos de la cultura. El servicio que alquilamos se presta única e intransferiblemente a la cuenta de usuario con la que hacemos las transacciones. Se acabó aquello de domesticar el tiempo a través de la colección de cosas, como decía Baudrillard en su famoso Sistema de los objetos.»