Somos todos conscientes de que las grandes tecnológicas han alcanzado un enorme poder, tanto que existe cierta preocupación por el devenir de la democracia. Algunos ya le han dado nombre y están hablando de la democracia bajo vigilancia. Amalio Rey hace una buena reseña de un libro importante de Franklin Foer Un mundo sin ideas: la amenaza de las grandes empresas tecnológicas a nuestra identidad en una entrada de su blog: ¿Por qué debes desconfiar de los GAFA? Y en el mismo sentido van quienes denuncian el avance de lo que algunos pueden llamar democracia bajo vigilancia o nuevo despotismo ilustrado.
John Bellamy Foster and Robert
W. McChesney, denunciaban en la Monthly Review Jul 01, 2014 esa
misma tendencia, pero llamaban la atención hacia el hecho de que ese progresivo
deslizamiento de las democracias hacia modelos políticos cada vez más controlados
y vigilados se remontaban a la postguerra, en 1945, bajo la hegemonía de Estados
Unidos que hizo un recorrido sin solución de continuidad desde el
capitalismo monopolista-financiero, al complejo militar-industrial para finalmente
dar paso a la era digital. ARPA (Advanced Research Projects Agency) nació en 1958, para convertirse en
los sesenta en el centro de trabajo sobre redes informáticas y crear en los
setenta ARPANET, el precursor del Internet actual.
En estas estamos, por tanto, y una de las últimas denuncias procede de Shoshana Zuboff quien subraya cómo la digitalización de todo concede a las grandes empresas tecnológicas un inmenso poder social. Desde las modestas puntas de lanza colocadas en nuestros navegadores y en innumerables aparatos pasan a ser nuestros jefes inteligentes y acumulan cantidades ingentes de datos que saben transformar en dinero, en muchísimo dinero
La pandemia ha servido para acelerar este proceso, algo que
se percibe en el incremento del control de los ciudadanos bajo la justificación
parcialmente correcta del control de la transmisión del virus. Pero tiene una
específica proyección en el mundo de la educación, provocada por el incremento
de la enseñanza en línea, o no presencial. El cierre de los centros o la
limitación del aforo ocasionan que más necesario recurrir con mayor frecuencia a la
enseñanza en línea, algo cada vez más fácil por la mejora constante de las
plataformas educativas que añaden a la gestión de información, como bien hacía
y sigue haciendo, por ejemplo, Moodle, la mejora en la organización de clases
en línea, con presencia virtual de todo el alumnado.
Esta evolución tiene ventajas no despreciables, pero tampoco
conviene olvidar sus desventajas. La primera de ellas es, sin duda, la
brecha digital sobre la que llaman la atención diversos organismos, pero
también los propios docentes: el acceso a equipos informáticos y a conexiones
de calidad a la red es muy desigual y son los sectores más desfavorecidos los
que tienen más dificultades para seguir bien la enseñanza, lo que incrementa la
posibilidad de que no alcancen los objetivos previstos.
La segunda es que el proyecto de las grandes tecnológicas no es neutral. Por una parte, no son en realidad un servicio gratuito, puesto que están buscando recabar una ingente cantidad datos procedentes de la población infantil, adolescente y los jóvenes que siguen estudios superiores. Además, intentan hacerlo en condiciones de casi monopolio, y ahí están contratos específicos entre, por ejemplo, la Comunidad de Madrid y Google, o entre la Universidad Autónoma de Madrid y Microsoft.
La tercera, de gran calado, es que especialmente Microsoft y
Google van más allá del puro negocio. Sus empresas, o sus conglomerados
empresariales, generan ya dinero en grandísimas cantidades y, dada su situación
casi monopolística, no ven peligrar esas ganancias. Lo que están pretendiendo
es incidir en una nueva configuración de la sociedad, es decir, tienen
un proyecto de la clase de personas que quieren formar y la clase de sociedad
que quieren promover. Manifiestan una y otra vez su compromiso con los valores
democráticos y los Derechos Humanos, pero es obvio que la toma de decisiones y
el diseño de ese futuro no está sometido a ningún proceso de deliberación
democráticas. Estamos otra vez en la historia ante un proyecto que tiene mucho
de despotismo ilustrado. Lo malo es que la experiencia indica que los despotismos
ilustrados suelen ser en gran medida lo primero, despotismos y, en bastante
menor medida, lo segundo, ilustrados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario